Fariba Baghi cree que el arte actúa como un puente hacia la conciencia iluminada; una expresión genuina del alma. Nacida en Teherán, Irán, Baghi pasó los primeros años de su vida inmersa en una rica cultura artística que se remonta a miles de años. Esta sobreabundancia de inspiración estimuló su imaginación y la llevó a un deseo insaciable de crear. A partir de su práctica meditativa, así como del trabajo de poetas como Rumi y Hafiz, Baghi busca expresar una armonía entre uno mismo y el universo, que crea utilizando un delicado equilibrio entre los tonos terrosos envejecidos y las formas humanas etéreas que representa.

Al presenciar la revolución islámica iraní en su juventud, Baghi estuvo expuesta a un cambio repentino y abrumador en la sociedad y una gran pérdida de libertad, específicamente para las mujeres. Esto la llevó a emigrar a Canadá en busca de una sociedad más abierta. Después de un incendio en su casa hace unos años en el que perdió todas sus posesiones y pinturas, Baghi se encontró cambiando drásticamente su estilo a la abstracción y comenzó a incorporar pigmentos hechos a mano que crea usando materiales como vino, café, varios vegetales y especias